Ciudades Sin Ti.

Y la tristeza le dura cinco días.


Hasta que se encuentra en una película una actriz americana


de la que se puede enamorar fácil y la tristeza se le pasa.


 


Hoy me levante a las 5am, el hotel estaba más solitario que de costumbre, estos días de pandemia habían permitido que los pasillos y lobbies de hoteles sean un poco más amables en cuanto a personas que los frecuentan, un alivio para mí, ya que gusto de las soledades interiores y al parecer exteriores, me dirijo hacia el mar con la tarea encomendada, esa de tomar fotos al amanecer, aunque para captar amaneceres en la playa del rodadero hace falta más que contar con suerte y con cielos despejados de grises nubes que quedarían de las noches de aquel Enero ventoso, eran los alisios según me explicó un viejo guía turístico recuerdo su piel curtida por el sol y la salinidad de aquella ciudad costera, su piel es áspera al igual que un estropajo me dije. 


Volviendo a los amaneceres, era una cosa imposible de captar, al menos como a mí me gusta hacerlo, ya que el sol sale por el otro lado de aquel lugar, era una lástima pensé, pero ese detalle no me quito las ganas de cumplir con esa pequeña tarea encomendada desde Pasto aquella ciudad enclavada en las montañas del sur occidente colombiano, una iguana se asomaba por una reja de aquel enrejado que estaba a mi derecha, serán las mismas iguanas que miró hacia 10 años atrás, me pregunto mientras recuerdo la última vez que la mire, bella como siempre, hace 10 años no sabia de que existías, eso me da una cierta nostalgia de aquellas que quisieras no sentir jamas, ahora aunque te conozco te siento tan lejos casi como la misma distancia que me separa de vos. Había decidido ir trotando al lugar que relativamente quedaba cerca, mi mente entonces sólo apunta hacia un pensamiento, que hubiese podido hacer para haber conocido esta ciudad contigo y caminar a tu lado de ella en estos momentos, o en momentos anteriores a estos, pensé en otra cosa, imagine un baño putrefacto con una masa negra que me dio hastío, volví a colocar mi vista sobre el asfalto, no quería tropezar con alguna piedra suelta en el camino, estos caminos de esta ciudad histórica muy moderna ya, llena de altos edificios, de comercios abarrotados y de restaurantes de cadena, resulta contradictorio concluir que por aquí también caminaron antiguos indígenas Tayronas, miro un par de perros husmeando basureros vacíos, dos palomas que buscan migas de pan o de algo que no está en el asfalto ya barrido, la brisa arrecia y golpea los árboles que se mueven al compás de esta, una danza un tanto mágica, quienes le imprimen la sonoridad son cientos de pericos que cantan queriendo despertar a sus vecinos, ya había turistas con cervezas en sus manos, pensé si era que no habían dormido aún su borrachera o empezaron muy temprano la rumba de aquel singular día, me sumerjo nuevamente en mis elucubraciones y me pregunto si esto es lo que muchos llaman libertad o felicidad, pasar el tiempo muerto, descansando, tomando el sol en la playa con una club Colombia en la mano y ver pasar a extranjeros en busca de mujercitas necesitadas de algo de dinero, la escena me parece un tanto patética pero risible, es la verdad.


La noche anterior había estado leyendo un cuento de Andrés Caicedo llamado –de arriba abajo de izquierda a derecha, el cuento, nos relata una noche entre dos personas que buscan desesperadamente follar tras acabarse una media de aguardiente en la ciudad de Cali, Miriam y Mauricio, deambulan buscando lugares privados, en fiestas de conocidos o potreros ocultos, o en el río calmo, Miriam busca saciar sus bajas pasiones pero no hay plata para un hotel ni si quiera de esos que frecuentan putas y maricas del centro de aquella ciudad, hubieses podido ser mi Miriam de un cuento un tanto más amable, yo sí tendría una habitación para descansar y estar a tu lado mirandote a los ojos y diciendo esta vez va a ser eterno, tantas preguntas sin resolver, tantas calles por caminar, tanta vida por vivir, y no sé porque no pude caminar estas viejas e históricas calles con ella, hace diez años quizá todo esto era un tanto diferente, esos momentos no son míos, jamás me pertenecieron, cuestiones viejas, cuestiones un poco jóvenes que no hacen más que clavar con un cincel mi cerebro ya cansado de pensar y pensar, camino hacia la orilla del mar, los amaneceres son hacia el otro lado, hace diez años eso no habría cambiado.


No habrá fotos del amanecer, no podré cumplir mi promesa, la masa azul entonces que se junta con el cielo me parece más hermosa, no habrá amaneceres, pero si un cuadro azul oscuro pálido que no olvidaré jamás, Santa Marta ese día fuiste mía, como nunca lo volverás a ser como nunca lo fuiste, caminada por mujeres bonitas y familias bulliciosas, por hombres solitarios y turistas extraviados, y yo que me pregunto aún, y todavía me preguntare, porque la vida no me dio la oportunidad de caminar a tu lado, cerca de tu cuerpo, de tu ser, un día de esos, hace diez años, donde las iguanas fueron diferentes, donde el río fue diferente, donde el mar fue diferente, donde las calles estaban sucias y no limpias, donde no habían dos perros sino dos gatos cazando ratones, tan solo el cielo de ese azul tristeza pudo ser el mismo, pero en aquel cielo estuviste tú y esta ciudad ahora esta sin ti y ya siento que algo dentro de mi se perdio hace diez años cuando jamás camine a tu lado.


 



Mauricio Pantoja




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